de horas perdidas en
el Huertecillo,
a las picias afín y a ser diablillo
de
patear a un bucólico perro.
Incapaz de disciplina
o encierro
era agreste y similar
al tomillo,
que sombrea al perdigón
pajarillo
en el montaraz e
idílico cerro.
Y un entonces alcalde caciquil,
de
democracia orgánica del dedo,
muy ofendido en su
torre de marfil,
provista de
arbitrariedad y enredo,
le impuso fuerte multa
al infantil