Intentando descansar
mi alma entrena
y se somete a dura
disciplina,
y ni por vicio ni
virtud se inclina
buscando reposar sobre
la arena.
Y apareces tú, viento
que enajena,
y veo en ti la sombra de la encina
que enraizada ebúrnea
en la colina
dócilmente a tu tronco
se encadena.
Y me encamino a ti
cual peregrino,
ondeando esta en paz
bandera blanca
del que hallándose al
borde del camino
halla al fin la
nívea puerta franca
que penetrando en ti
la puerta atranca.