Tras la huella inasible del sublime ideal
comienzo di al ascenso por un monte escarpado,
coronada la cima, fluía un manantial,
que calmó mi sed y me mantuvo sosegado.
Y discurriendo por el valle hilaba un caudal
retrotrayéndome de nuevo al tiempo pasado,
y vi el prado donde afluyó mi primer jornal,
que gané sintiéndome un Midas acaudalado.
Junto a otros manejé azada, desbroce de eras,
y desarraigué del suelo duras aljonjeras,
e íbamos una aniñada y lampiña cuadrilla
de coruchillos de una edad y risa inocente,
que en aquel agro fértil barbechó una simiente
de una espiga que espigó de una buena semilla.