Iban cuadrillas de mozos
al Cerro del Berrocal,
y la cintura es juncal
y se afeitan ya los bozos.
Armados con un arpón
que fundían los herreros,
armándoles caballeros
del reino de quita y pon.
Al llegar marzo y abril
cuando asoman los lagartos,
las hembras huevos de partos
han puesto en su cuchitril.
Lagartos toman el sol
simulando estar dormidos,
y se ocultan si oyen ruidos
mimetizados en col.
Manejando los arpones
el corucho mocerío,
de lagartos caserío
introduce los rejones.
Y si tiene recovecos
o un laberinto de calles,
ni en remilgos ni en detalles
pierden tiempo entre los huecos.
En la puerta de la entrada
o en raja de la abertura,
a los lagartos apura
yerba humeando mojada.
Y saliendo escopetados
fácil son y débil presa,
del arpón que les apresa
y los agita ensartados.
Regresaban los mocejos
cual héroes de una batalla,
que en las crónicas no se halla
a organizar sus festejos.
Y al olor de la fritanga
acudíamos muchachos,
a los que nos daban cachos
de lagarto entre bullanga.
Con unos tragos de vino
en años hueros de cuartos
donde no faltó el tocino.