Barrio de Viña el Molino
de reciente creación,
entre rocas el espino,
la cornicabra y el pino
sobre ti está en ascensión.
Otrora fue de olivares,
de viñedo y de higueral,
y arriba rocas lunares
brillaron caniculares
en ladera ceniental.
Tantos fueron los olivos
que el lugar aposentó,
que hubieron dedos cautivos,
callosos y sensitivos
que el jornal allí ganó.
En alto del Terremote
hermosa era la visión:
mirar hecho un pasmarote
y ver blancura del brote
del olivo en floración.
Ya las gestantes olivas
no ven bajo sus hileras
breves figuras furtivas,
menudas y ejecutivas
de niños por sus ringleras.
Sobre aquel amarradero
de perdidas aceitunas,
éramos el jornalero
y el infante molinero
de las mañanitas brunas.
Pertrechados con las cestas
del mimbreral de la mimbre,
remontábamos las cuestas
con ojos y manos
prestas
a proceder a su cimbre.
Coruchillos agrupados
a la cercana almazara,
llevamos fosilizados,
de olivos desmesurados,
de sus ramajes la cara.
Viña, viña del Molino,
que inundada estás de casas,
nadie dijo que el destino
sería de olivos camino
que acaban entre las brasas.