Pantezuelas con tu arroyo
de zarzas y cañaveras,
cenagoso y sin riberas
como excavado en un hoyo.
Arroyo de turbias aguas
venidas del lavadero,
de enjabone coruchero
de calzoncillos y enaguas.
A tu paso por el puente
a la sombra del moral,
una urraca en su nidal
oteaba la corriente.
Con negros tordos glotones
picoteando las moras,
en caniculares horas
de ardentía en corazones.
Los muchachos escondidos
manejando tiradores,
holocaustos turbadores
de pájaros fallecidos.
Había gran mortandad
entre el gremio pajaril,
ocultos tras el pretil
sin muestras de caridad.
Y así los de la plazuela
atendíamos al dicho,
nunca puesto en entredicho
cuanto vuela a la cazuela.