jueves, 20 de junio de 2013

CAMPANAS EN LA MUERTE DE MI PADRE


"Nuestras vidas son los ríos
 que van a dar a la mar,
que es el morir:"

Jorge Manrique



Campanas, doblad insomnes a muerto
por viñas y pastos de pegujales,
y aposentaos en su hontanar y huerto,

y en frondas de sus árboles frutales,
que se conmueva  y germine el barbecho
y efluvios emanen de sus rosales.

Decid  que ya sin alentar su pecho
de esfuerzo y trabajo tributó en vida,
y la Muerte reclama su derecho.

Contad que fue un ave de amanecida,
ruiseñor de desperezo y cantar,
y alondra en el surco de atardecida.

Repicad que fue orfebre en el sembrar,
el trigo con la mano en breve vuelo,
y hoz y el dedil artesano al segar.

Y que escrutaba la tierra y el cielo,
en perenne vigilancia el cultivo,
del idílico huerto de su desvelo.

Y con la reciedumbre del olivo
cuya visión sedante nos aquieta
era firme, tenaz y positivo.

En su parda gramática, profeta
de ancestro ecuánime, y sabiduría
del campesino castellano, asceta.

Luchar sabía en la dura porfía,
sin desfallecimiento y sin desmayo,
contra el hielo que abrasa y su sangría.

Y cuando en alborozo abril y mayo,
emergen y el feraz campo es posible
no temía a la tormenta ni al rayo.

¡Y cuán tierno, cercano y asequible
a reclamos y risas infantiles!
¡Qué humanidad tan próxima y sensible!

Con su vertedera, surco y perfiles,
con el hacha y podón, leña en la sierra,
y a sus hijos, los ejemplos a miles.

Su corazón siempre en paz, nunca en guerra,
con la honestidad propia de hombre bueno,
noble blasón y muestra de esta tierra.

Y podredumbre será inmersa en cieno
y nutriente de correhuela y grama,
mas vuestro voltear anuncia en pleno
la voz de Dios que a su alma la urge y llama.