La Virgen del Roble
bajaba y subía
al son de un redoble
al nacer el día.
Sudando y sudando
la Virgen ardía
y el sol despuntando
sombra no daría.
Susurra la fuente
y aquel agua fría
se posa en la frente
pura de María.
Una brisa diurna
al Roble mecía
y su copa de urna
no se estremecía.
La Virgen cantaba,
saltaba y reía,
y el Roble la izaba
lleno de alegría.
La Virgen del Roble
bajaba y subía
al son del redoble
tambor de María.