Caída tiene con una pendiente
y pétreas rocas bancos de asientos
viendo a la plaza y en sus movimientos
vida y afanes de brisa envolvente.
Asiento en la esquina tiene su fuente
que a bocas remedio fue de sedientos,
vecinos que fueron de Cenicientos
y a su hora el ataúd llevó inclemente.
Y en la noche agosteña una pantalla
de cine colgaban llena de sueños,
que nos introducía en un castillo
sin guardias armados en la muralla
de un avieso mirar, fruncidos ceños,
libertad coartando en el Cerrillo.