jueves, 20 de junio de 2013

EL COCIDO DE LAS CORUCHAS DE ANTES EN LAS CASAS DE ENTONCES


                                                   Dedicado a las mujeres de Cenicientos



A la pared apilado
del hueco de chimenea,
tiro donde el fuego humea
con estiércol tapizado.

A continuación la leña
cortada con el podón,
le marcaba el diapasón
al lar que de allí se adueña.

De barro eran los pucheros
y de herrajes los morillos,
chisporroteo de brillos
de los guisos corucheros.


Los garbanzos los dejaban
en agua toda la noche,
y eran colofón y broche
al que después cocinaban.

Le ponían la morcilla,
un tomate y el tocino,
y de la tierra era el vino
y de arcilla la vajilla.

Del huerto la yerbabuena
e ingredientes de matanza,
en mágica mezcolanza
de concomitancia plena.

Vigilaban la cocción
y que el agua no faltara,
y espuma borbolleara
en perfecta conjunción.

Y el aroma se expandía
y la casa la inundaba,
y por la puerta asomaba
y Cenicientos lo olía.



Judía verde o repollo
dependiendo de estación,
siempre fue buena ocasión
de acompañarle con pollo.

Y faenando en los campos
en la lumbre de sarmientos,
se elevaban cocimientos
que degustaban los lampos.

Cuando hacían un recado
la casa abierta dejaban,
y a la vecina encargaban
al cocido echar mirado.

Y cubriendo el año entero
las coruchas al cocido,
daban nombre y apellido
que era atizar el puchero.