jueves, 20 de junio de 2013

EL SUEÑO DE LOS TESOROS

A Javier García García



De niño siempre soñaba
haber hallado un tesoro:
pingües monedas de oro
que en contarlas dilataba.

Y al despertar la amargura
acibaraba mi boca,
frustración de un alma loca
con ansias de la aventura.

Con las monedas del sueño
pensaba que era posible
desde volverme invisible
a ser de un imperio dueño.

Yo por entonces leía
libros de héroes a cientos
que poblaban Cenicientos
y en su biblioteca había.

Hernán Cortés y Pizarro
y Colón y los Pinzones
y los bravos marañones
del Eldorado bizarro.


Y me veía en Lepanto,
codo a codo con Cervantes,
entre españoles gigantes
venciendo en un mar de espanto.

Y con el Gran Capitán
en las campañas de Flandes,
y con Almagro en los Andes
y alférez en Aquisgrán.



Y con Cortés en Otumba,
y grumete de Orellana,
y en la nave capitana
del Austria cuando retumba.



Cuando el Señor de dos mundos
donde el sol no se ponía,
al orbe lo dirigía
desde Escoriales profundos.


 

Pero los sueños son sueños:
y el despertar los deshace,
al nuevo día que nace
con su lucha y sus empeños.

Después mi suerte dispuso
trabajar entre las gemas
que adornan cuantas diademas
mi disposición compuso.

Y por mis manos pasaron
los brillantes a millares,
y esmeraldas estelares
que en silencio se alejaron. 



Los rubíes y zafiros
destellando fugitivos
entre mis dedos furtivos
emprendieron nuevos giros.

Y el vacío hecho en mis manos
por ausencia del tesoro
es aquel oro del moro
que buscan los hortelanos.

Y ahora pueblan mis sueños
mis versos volando etéreos,
y son frágiles y aéreos
tesoros de mis ensueños.