Siendo niño conocí
a una corucha harto
anciana,
que trabajaba con gana
trajinando aquí y
allí.
Desdentada y consumida
y vencida por los años,
hablaba de lo engaños
que tiene esta perra
vida.
Resultaba que un
tendero
próxima la Navidad,
le ofrecía en cantidad
forma de ganar dinero.
Mas preguntada al
respecto
dónde se hallaba el
milagro
del jamón mollar y
magro
endurecía de aspecto.
-Pues es que ese maldecío
me vende unas
papeletas
que me paicén las recetas
pá que coma un escacío.
-Fijaos que el perlesía
dice que por veinte
duros
podré ganar muchos duros
juegando a la lotería.
“¡Pero mujer, eso es
cierto!”,
dicen los allí presentes,
dicen los allí presentes,
a los que igual faltan
dientes
con la boca al
descubierto.
“Pero si nunca me toca”,
les porfiaba la abuela,
“y ni lleno la cazuela
ni ná me llevo a la boca”.
“¿Pero tú ya has juegao antes?”
“¡Calla y bendito de
Dios,
ni un perro chico ni
dos
ni en antes ni en de denantes!”.
“¡Pos si se gasta el dinero
no tiene gracia denguna,
güeno es que la acetuna
recogía esté en enero”.