jueves, 20 de junio de 2013

LA PISCINA DE LAS OLLAS

Los baños de infancia


Por un abrupto camino
bajábamos a Las Ollas,
llamado Prado el Molino,
coruchillos sin argollas.

Fulgía un sol de justicia,
siendo en horas de la siesta,
con un calor de avaricia
y locura manifiesta.

Andariegos esforzados
con las sandalias de goma,
en pies negros y sudados
se expandía nuestro aroma...


El agua corría lenta
en remolinos de espuma,
y era viscosa y grasienta
como pantano de bruma.

Practicábamos nudismo
al final de los cincuenta,
sin temor al paludismo
tostándonos la osamenta.

La poza excavada en roca,
horadada por los años,
hacía cerrar la boca
al comienzo de los baños.

Miasmas de todo pelaje
surcaban aquellas aguas,
vistiéndonos con un traje
como el hierro de las fraguas.

Después como a cachorrillos
nos daban cama las rocas,
desnudos, sin calzoncillos
y acudían madres locas.

Con la zapatilla en mano
y sin pan ni chocolate,
nos ponían en verano...,
los culos como un tomate.