jueves, 20 de junio de 2013

LAS TRECE ROSAS ROJAS

             "Que mi nombre no se borre en la historia"
                                                Julia Conesa                                                                                            

  

En calle de Coloreros,
a espaldas de San Ginés,
la tragedia se gestaba
y las Rosas no la ven. 

Las jóvenes comunistas
(y Blanca Brisac no lo es),
agosto del treintainueve,
aherrojadas se ven.

Van cayendo escalonadas
cuando las van delatando,
cediendo ante las torturas,
hombres en frentes bregados.

Martina y Carmen Barrero,
Pilar y Julia Conesa,
Ana López, y Virtudes
y Elena Gil y Adelina.

Dionisia las acompaña,
Joaquina entra en la lista,
Victoria forma en el grupo.
y Luisa cierra la fila.

Trece son las Trece Rosas
del agostado jardín,
de un Madrid de cárcel pútrido 
y un Gólgota por venir.

Gritos en comisarías,
siempre en ristre los vergajos,
la capital de la gloria
ahora es la del espanto.

Cuerpos en sangre bañados,
miembros rotos y tullidos,
dientes fuera de su base
y horrores entre suplicios.

Las Rosas son deshojadas,
¡temblad, almas de vencidos!,
que esta tierra de Caín
no ha de daros un respiro.

Silencios espeluznantes,
insultos, carreras, gritos,
gemidos, voces de infamia,
¿Tú dónde estás?, ¡oh, Dios mío!

Pasan a todas a Ventas,
a la cárcel de mujeres,
viviendo un mundo dantesco
en hacinamiento envuelto.

Las acusan de la trama
y muerte de Gabaldón,
de formar una conjura
o un entramado mayor.

Sin fundamento y sin base,
sin garante o defensor,
sin testimonios ni pruebas,
todos condenados son.

Los culpables son hallados,
fusilados con fruición,
días después del suceso
que el crimen se perpetró.

¿Eran cuatro o eran tres
los funestos asaltantes,
que al cometer un atraco
un infierno desataron?.

Se abrió la cárcel de Ventas
y su cancela gimió,
cuando traspasó la verja
la muerte en un camión.

Subieron las Trece Rosas
y ahora el camión lloró,
al contactar con su suelo
de la inocencia el dolor.

Las Trece Rosas marchitas,
un cinco de agosto vio
Madrid cuando despertaba
sumido en el estupor.

Osario de la Almudena,
antesala del horror,
ten ya dispuesta tu tapia
y dales tu bendición.

Alba de un cinco de agosto,
preludio de un gran calor,
nimba a las Rosas las frentes
que hoy acceden ante Dios.

Puestas las Rosas en fila,
dando cara al pelotón,
“¡apunten, disparen, fuego!”,
y el crimen se consumó.

Trece Rosas de Madrid
soñando un Madrid mejor,
vuestra entrega no fue vana
pues el rosal floreció.