jueves, 20 de junio de 2013

LOS INTERMINABLES LUTOS DE LAS MUJERES




La campana en Cenicientos
                             tocaba muy de mañana
repitiendo entre lamentos,
"Anoche murió fulana".

Vestidos negros de luto
con pañuelo a la cabeza,
eran de la muerte un fruto
consumido con presteza.

Mozas guapas y lozanas
se las veía sin cejas,
y eran sus sayas sotanas
de curas y monjas viejas.

Lutos y alivios de lutos,
oíamos con frecuencia,
eternidad de minutos
siempre haciendo penitencia.


Enlazando una cadena
de muertes en las familias,
abismadas en la pena
de las fobias y las filias.

 Siempre existía una tía
o pariente de la abuela,
sobre en la que se insistía
que todo Dios se conduela.

Con los bailes prohibidos
para mozas enlutadas,
tristes días consumidos
si estaban enamoradas.

Encerradas en su casa
y a la compra e ir a misa,
y ver que la vida pasa
con el luto por divisa.

Con el novio taciturno
y la madre allí delante,
en el silencio nocturno
el agobio era incesante.


Y por si alguien se saltaba
lo del luto riguroso,
la crítica no cesaba
ni por parte del esposo.

“A mi madre no querías
ver, y tener que cuidarla,
y pudiendo la eludías,
incapaz de soportarla".

Con los negros atavíos
circulando por las calles,
no causaban desvaríos
la belleza de los talles.

Andaban uniformadas
con aquellas ropas toscas,
como moscas en bandadas
negras pesadas y foscas.

Mas cuando aquello acabó
y el ropaje y su ficción,
en baúles se arrumbó
el luto es del corazón.