Olivos, recios olivos,
familiares de mi infancia,
os contemplo en la distancia,
acogedores dativos.
Siempre a la tierra cautivos
en milenaria constancia,
dando a Cristo vigilancia
en el velar siempre vivos.
¿Quién os trajo a Polvoranca,
tal vez de alguna barranca
de otros yermos de Castilla?
Para prestarle armonía
a este parque de alegría,
olivos de manzanilla.