Tras tu muerte me siento prohijado
y aspiro tu benéfica presencia,
que me aporta y da aquella gaya ciencia
con la que tú naciste ya impregnado.
Recomienzo de nuevo lo empezado
que en tiempo dio lugar a mi existencia
recamada de celo y de paciencia
al ver la mies madura en el cercado.
Y cavo mi huerto, estercolo y asurco,
trazando en tiralíneas el surco
por el que nuestras regueras discurren,
y sigo sobre esta tierra tu estela
que aferrándome a ella me encarcela
al punto en que nuestras almas concurren.