En la cuña introducida,
de abulenses y Toledo
está el pueblo y su
viñedo
sostenimiento de vida.
La cepa fue mantenida
como diosa en los
altares
corría rojo su mosto
por el canalillo
angosto
como el agua de los
mares.
Con gentes acogedoras
transitando por la
calle
hacen ameno este valle
de las coruchas
auroras.
Armonía de las horas
transcurren de forma
lenta
si el espíritu
aposenta
apego por el sosiego
del que harto de
trasiego
vida tranquila le
tienta.
Quien nos visita se
queda
y si se va siempre
vuelve
cuando la brisa le
envuelve
del arcón de su
almoneda.
Paseante en la vereda
viendo la vida que
pasa
hace trasvase y
trasvasa
olvido de su paisaje
y se siente paisanaje
y cimenta aquí su casa.
Siempre impera aquí la
calma
y el horizonte
apacible
que se bebe y es
bebible
como néctar en el
alma.
Aparejo que es la enjalma
de sus pocos animales
otrora en los
hierbazales
abundaban los rebaños
pero el paso de los
años
los mantiene
terminales.
Que más decir de su Peña
a la que enaltezco
tanto
y con mis versos la
canto
y de mi rima se
adueña.
Sostengo que es
nuestra enseña
y la base del futuro
y aunque yo yerto y
oscuro
cuando el suceso
acontezca
el poema permanezca
y ser cierto lo que
auguro.
¡Tomad, os presto mis
ojos
y su enfoque en la
llanura
y abridlos en herradura
con que aparta los
abrojos!.
No reparad en
rastrojos
y veréis a don Quijote
que con Rocinante al
trote
va por tierras de la
Mancha
gritando:¡Castilla es
ancha
y se me atufa el
bigote!
Y si tornáis la mirada
nuestra capital Madrid
y cabalgando va el Cid
en la alta madrugada.
Y en la noche despejada
he visto un cielo de
bruma
flotando como la
espuma
desde la Peña las
luces
polucionando de bruces
Y de la Peña bajando
al pasear por el llano
la dehesa es un
rellano
por el cual ir divagando.
Los coruchos paseando
por la estrecha
carretera
ven en el cielo una
esfera
límpida de aire tan
puro
que su clima es un
seguro
de naturaleza austera.
Pinares, huertos y
encinas
viven en el horizonte
y la quietud en el
monte
e higueras en las
retinas.
Visitante que caminas
y buscas vida apacible
y de vivir lo
indecible,
el pueblo de los
coruchos
tiene en alicientes
muchos
para hacértelo
factible.
Y hablamos aquí un
lenguaje
ingenioso y cervantino
colofón de un buen
viraje.
Y habrás hecho un maridaje
con la estrella de los
vientos
que aseda los movimientos,
de nuestros recios
olivos
que muestran sin
paliativos
el alma de
Cenicientos.