jueves, 20 de junio de 2013

EL ENGASTADOR , EL BRILLANTE DE TRES QUILATES, EL GALLO Y LAS VECINAS

Suceso es real y cierto,
en Madrid y en pleno centro,
también el engaste incierto
y un gallo se cuela dentro.

Retirándose a comer
un colega al mediodía,
desguarneció en su taller
brillante de gran cuantía.

Quedó solo en la bandeja
sobre la pulcra pastera,
sin emitir una queja
y en silencio la astillera.

Por una ventana abierta
desde el patio de vecinos,
inició una descubierta
un gallo de los más finos.

Con un corto y torpe vuelo
se encaramó en el dintel,
aterrizando en el suelo
que le sirvió de escabel.

La ronda ya comenzada
entre oteo y cabildeo,
el fulgor de llamarada
le deslumbró en su paseo.

Y aquel gallo pretencioso,
viendo en él su vivo espejo,
cacareó majestuoso
retratado en su reflejo.

Y con recio picotazo
el brillante se tragó,
y fue lazada y fue lazo
que la vida le costó.

Al gallo vio la sirvienta
de un prócer del principal,
que fregoteaba lenta
entre arrobo virginal.

Llegado el desventurado
espeso tras la comida,
con un grito desgarrado
exclamó: “¡hostias mi piedra huida”!

Y encorvado por el suelo,
escudriñándolo a gatas,
blasfemaba contra el cielo
entre tallas de oro y platas.

Acudieron las vecinas,
el prócer y su sirvienta,
se despoblaron cocinas
y bizcaba una asistenta.

Bulla, bullanga y dislate
y cónclave en la escalera,
y exponiendo escaparate 
una moza ventanera.


Salió el gallo a la palestra,
quien oculto en un rincón,
con una llave maestra
el prócer dio defunción.

Un cuchillo por ensalmo
apareció en una mano,
y sin letanía y salmo
le abrió en canal un profano.

Y el brillante apareció
verdad que un poco manchado,
pero fúlgido lució
en solitario engastado.

Pues el Madrid de posguerra,
el de las hambres caninas,
y tiestos colmos de tierra
criaba gallos y gallinas.

Y tal vez como anticipo
de tiempos que se avecinan,
colegas os participo
si a lo mismo nos conminan.