jueves, 20 de junio de 2013

LA DEPRESIÓN




“La depresión es mi perro negro”.
(Winston Churchill)

Vivir con el alma muerta
y el corazón sin latido,
sonámbulo y desvalido
y lágrimas tras la puerta.
Sangrando una llaga abierta
y sin tener horizonte,
no ver belleza en el monte,
solo vivir desconsuelo
y todo el peso del cielo
sin valor para su afronte.

Muriendo en la oscuridad,
pues la vida ya no existe,
ya no nos quiere ni viste
y anida perplejidad.
Todo ya es complejidad,
y sin saber qué nos pasa
la vida nos sobrepasa
y nos ahoga y desborda,
y se tira por la borda
el trabajo y nuestra casa.

Y sentir que nada vales
y la apatía es tu gala,
y nada bueno te avala
al no estar en tus cabales.
Es un compendio de males
que todo lo contamina,
lo contagia y extermina,
segando el suelo a tus pies
y al volverte del revés
solo ves un mundo en ruina.

Sumido en la incomprensión
del mundo que te rodea,
un ostracismo golpea
y aflige tu corazón.
Y nadie pierde ocasión
de darte vanos consejos,
tan manidos y tan viejos
que te sumen en hastío
y quisieras ver vacío
el hueco de los espejos.

Apelan a tus virtudes
y a tus bienes, si los tienes,
la familia que sostienes
y tú ves solo ataúdes.
Te sepultas entre aludes
de tristezas y congojas,
y las tinieblas son rojas
e insostenible la carga,
e insomnios de noche amarga
sobre el lecho en que te alojas.

Pero si en sanar te empeñas
apelando a la esperanza,
viene un viento de bonanza
de esos que derriban peñas.
Y de nuevo ves que ordeñas
al alba recién nacida,
y en la empeñada partida
has vencido a la tristeza
y el Dios de la fortaleza
te muestra una nueva vida.