“¡Qué triste es morirme ahora con tantos libros que me quedan por
leer!”
(El maestro Azorín)
Para cuantos somos
lectores empedernidos
y nuestros libros por
paredes techos alcanza,
sonreímos por comentarios tan repetidos:
sonreímos por comentarios tan repetidos:
“Dinero en libros desequilibra mi balanza,
ni medios tengo, ni
apetencias para lecturas
en estos tiempos de
zozobra y desesperanza”.
Pero tenemos bibliotecas y sus culturas,
y un remanso de vida,
en paz y recogimiento,
está en estos templos
diverso en literaturas.
Son gratuitas, son confortables, son distraimiento
sobre escenarios
remotos y maravillosos,
y sus fuentes sacian
la sed del conocimiento.
Hay libros tristes libros,alegres y gozosos,
los autores son
provenientes del vasto mundo,
y en las manos que los
amamos son amorosos.
Hablan de riqueza y pobreza en otro submundo
de guerras del pasado
y grandes revoluciones,
y de filósofos del
pensamiento profundo.
Nos cuentan del auge y esplendor de las naciones
culturas finadas y decadencia de imperios,
y guerra púnica y cainita entre religiones.
Su paginar escrito, imparte sus magisterios
y abre las mentes a la
luz del entendimiento,
despejando la Historia
de sombras y misterios.
La Biblioteca "Centro", entre Iglesia y sentimiento
de Dios, morada de
nuestros geniales Migueles,
Cervantes y Hernández,
y un Unamuno irredento.
En "José Hierro", poetas ungidos de laureles;
en la "Vilumbrales", Galdós con el Diecinueve;
y en la del "Parque" Blasco Ibáñez de huerta y vergeles.
En "Ciudad de Nejapa", su variedad me mueve,
y en su paz aposentada en
silencio medito
en la Biblioteca de
Dios que el alma conmueve.
La "Fuente Cisneros" es la que menos visito,
aprovisionada de españoles y franceses
y libros graves de un
qué otro famoso erudito.
La del "Pinar" con rusos, alemanes, e ingleses
lejos de casa me coge
bastante a trasmano,
pero para mí el libro
es una trilla de mieses
que me produce un pan
espiritual en la mano.