jueves, 20 de junio de 2013

LAVADEROS DE LOS CAMPOS CORUCHOS


En rupestres lavaderos
de manantiales ignotos,
desde los tiempos remotos
tenían sus tendederos.

Covanillo a la cintura,
llenos de ropas revueltas,
ya cansadas, ya resueltas
en busca del agua pura.

Las charcas en el invierno
tapizadas por el hielo,
con visión de desconsuelo
producían frío interno.

En el borde arrodilladas
del pastizal de las charcas,
se destacaban las marcas
sobre las manos hinchadas.


Sobre una lancha la ropa
vigorosas la lavaban,
y ver que pronto acababan
y en casa cocer la sopa.

La tendían sobre arbustos
o sobre piedras roqueñas,
dédalos de nuestras Peñas
arquitectas de sus gustos.

En pompas vuelto el jabón 
deslizaba la corriente,
corriendo a tambor batiente
arrastrando algún calzón.

Los campos eran ornatos
de mujeres lavanderas,
adorno de sus praderas
narradoras de relatos.

Las charcas en primavera
circundadas por las flores,
explosión de los colores
alfombrando su ribera.

Las alegres campanillas
y las blancas margaritas
y plantas hermafroditas
mosaico de maravillas.

Lavanderas bajo el Puente
que os contempló en el trabajo,
deslizándose hacia el Tajo
siempre que tuvo corriente.

En el “Mancho” lavanderas
y también en “Canto el Guarro”,
donde siempre tuvo barro
y jamás hubo veredas.

Los covanillos colmados
con la ropa bien oliente,
volviendo resplandeciente
a los tálamos amados.

Ropas airearon vientos
sobre las pardas campiñas,
y adornaron nuestras viñas
atuendos de Cenicientos.