Oigo una voz interior que me dicta
y versos al oído a mí me vierte,
me empuja vital, me incita y me advierte
no atenerme siempre a la norma estricta.
Y es la poesía una espada invicta,
que hasta lo anodino en bello convierte,
alaba y ejemplariza una muerte,
y magnifica una vida convicta.
El poeta ha de ser un fiel testigo
del acontecer diario y de la historia,
y reprobar sin veto y condiciones,
de quien con mano y sonrisa de amigo,
que gobierna en propio provecho y gloria,
es rémora de las instituciones.