Vendedores de coplas y romances de ciegos
deleitaban oídos y sucesos sangrientos,
erizaban cabellos y los niños atentos
las carreras cesaban y paraban sus juegos.
Con romances escritos por iletrados legos,
con las vírgenes violadas con tormentos lentos,
truculencias que caían sobre Cenicientos
traídas por unos errabundos andariegos.
Y en la dulce Plazuela se agolpaba un enjambre
de mujeres y niños de una hirsuta pelambre,
que veían el hacha y los hachazos atroces
cernirse implacables sobre unas viudas galanas,
que en solariegas mansiones abrían ventanas
por las que accedían los asesinos feroces.