del vano de las
puertas,
guardados de
resquicios
de las calles
desiertas.
Parejas de serenos
bajo la luna llena
hacían más amenos
noches a la serena.
Y todo insomne oía
la clara serenata
y siempre percibía
su lenta caminata.
El reloj daba la
una
daba las dos, las tres,
y en madrugada bruna
vuelta a mover los
pies.
El chuzo resonando
sobre la firme tierra
ladridos acallando
de una encelada perra.
Y en noches de diluvio,
en el Ayuntamiento,
buscan calor o efluvio
hallando alojamiento.
Al pueblo tutelando
serenos familiares
y seguridad dando
a noches coruchares.
E igual a tantas cosas
en aras del progreso,
difusas, vaporosas,
trocó la carne en
hueso.
Y somos ya muy pocos
quienes en Cenicientos,
os traemos evocos