jueves, 20 de junio de 2013

NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA

                                                                                    La corona de la Virgen




“Nadie es profeta en su tierra”,
dice el saber popular,
y este es un lema que encierra
una verdad que me aterra
de esta España singular.

En mi taller de artesano
me visitó una corucha
con un proyecto en la mano
sabiendo que soy cristiano
que por su fe vive y lucha.

De la Virgen la corona
preciso era restaurar,
y si de fe se blasona
a la Divina Patrona
en su esplendor figurar.

A la corona sagrada
contemplarla era de pena,
de herrumbre negra manchada
y en desidia mancillada
de una vergüenza ajena.

Mas con mis cinco sentidos
desplegué mi maestría
y así oía los latidos
a mi corazón fundidos
de la Virgen que me guía.

La corona fue entregada
al cura don Victoriano,
por la que no cobré nada,
y ni sonrisa fue dada
ni un apretón de su mano.

Virgen del Roble bendita,
viste como en tu presencia,
en el día de tu cita
que a los coruchos concita,
de mi nombre se hizo ausencia.

Quienes hicieron tus andas
por las nubes les pusieron
y llevaron en volandas
sobre tus mismas barandas
y sus dineros les dieron.

De la mujer del encargo
jamás vi ni supe nada,
óyela tu en su descargo
y no viva el trance amargo
de ser una mal pagada.

¡Con porción de mala gente
del Cenicientos cainita,
con su lenguaje indecente
diciendo alevosamente
que a ti te cobré bonita!