Señora del Roble, espero
morir a la luz del día,
y en el momento postrero
descorras la celosía.
E ir asido de tu mano
a desvelar el misterio,
y la sombra del arcano
no sea el del cementerio.
Ni ser premiado me mueve
ni a ningún castigo temo,
pero siempre me conmueve
ver a tu Hijo en tal extremo.
Y que mi espíritu flote
por el éter infinito,
y ser siempre el camarote
de cuantos me aman gratuito.
Que dulce mi voz les llegue
y les llegue mi sonido,
y un aura de paz anegue
del corazón su latido.
Y ser yo como mi padre
que su sombra por mí vela,
y ser llama en el encuadre
que a mis hijos les consuela.
Y aunque mi nombre se borre
de este mundo de los vivos,
ser un alma que recorre