Desde nuestra escuela fuimos
muy contentos de
excursión
y tanto fue lo que vimos
que años fue de evocación.
Salimos muy de mañana
en autocar de epopeya,
viendo desde la
ventana
como un friso de
Pompeya.
Las labores naturales
propias de los
campesinos,
el cuidar de los
parrales
que producen buenos
vinos.
Un trabajo conocido
y en nosotros no
infrecuentes
pues los hemos
ejercido
desde que nos salen
dientes.
Fue nuestra primer
parada
en los toros de Guisando,
buen comienzo de
jornada
y aguardar lo por
llegando.
El maestro muy pausado
nos fue contando una
historia,
todo muy bien
sonsacado
del libro de su
memoria.
Habló de un acuerdo o
pacto
celebrado entre unos
reyes,
y solemnidad de un acto
patentado en unas
leyes.
Con la lección
aprendida
por el que quiso
aprenderla,
reanudamos partida
con la intención de
leerla.
Llegamos al Escorial
y entramos al
Monasterio
siendo sus salas caudal
de belleza y de
misterio.
Recorrimos aposentos
mirando las armaduras,
muchachos de
Cenicientos
con asombro de
criaturas.
Y nuevamente el
maestro
dijo que los
caballeros
ocultaban el espectro
de cuando fueron
guerreros.
Que Don Felipe Segundo
vagaba por las
estancias
imperando sobre el
mundo
con cara de
circunstancias.
Que construyó el edificio
al ganar una batalla,
con el mayor artificio
que en todo el Orbe se
halla.
Y al decaer el Imperio,
donde el sol no se extinguía,
el Caudillo también serio
a la Patria engrandecía.
Y nos fuimos a ver su
obra
poco hacía inaugurada,
que gran importancia
cobra
en la España
actualizada.
El maestro nos dio el
nombre:
el Valle de los Caídos,
el Valle de los Caídos,
y obra dijo de un gran hombre
que nos tiene guarnecidos.
Ascendimos escaleras
de una cumbre de
montaña,
descubriendo unas
laderas
con muchas telas de
araña.
Ya en la ciclópea cruz
vimos los Evangelistas
donde se posaba luz
propagada por
artistas.
A la imponente
Basílica
la recorrimos entera,
y leían una Encíclica
y leían una Encíclica
y el maestro explicó
que era.
De nuevo en el autocar
directamente a Madrid,
viendo pueblos al pasar
y sobre Babieca el Cid.
y sobre Babieca el Cid.
Vimos la Plaza de Oriente
frente al Palacio Real
y ocultándonos de
gente
aportamos el caudal.
De las bolsas cinco duros
fuimos todos aportando
y en unos puestos
oscuros
en golosinas gastando.
El día fue memorable:
cuanto vimos y
aprendimos,
lo vivido inolvidable
todo cuanto
recorrimos.
Supimos geografía
y algo de historia de
España,
y hasta una fotografía
nos dieron de una
cabaña.
Y poseídos por fiebres
cantamos cosas muy
finas,
“¡por el mar corren las
liebres,
por el monte las
sardinas!”.