Son las silentes lágrimas que viertes
la fuente del acíbar y amargura
que condenan tu vida a las cien muertes,
anuncio de estos brotes de locura.
Noches desesperadas en que adviertes
que se apodera de ti una impostura,
y si, que en tu desesperanza aciertes,
definir cuando pierdes la cordura.
Ya no te lavas ni mudas de ropa,
siempre atónito y amorfo y distante,
solo tristeza te viste y arropa.
Siendo constancia te has hecho inconstante
y te estás bebiendo heces en la copa
de una muerte lenta, atroz y alienante.