jueves, 20 de junio de 2013

LAS VENDIMIAS EN CENICIENTOS

    


Cenicientos en revuelo
de ardor y de actividad
al brotar la claridad,
y el alba surgir del cielo.
Los cascos hiriendo el suelo,
y las ruedas de los carros
atascándose en los barros,
de embarradas carreteras
en las jornadas enteras
de los racimos bizarros.


Aquello era natural,
el esplendor de las viñas,
las bien cuidadas campiñas
y el bucólico rural.
Y ganaban el jornal,
cuadrillas de jornaleros
que no fueron herederos,
y quienes fuimos sus hijos
ganábamos el pan fijos
para días venideros.


Los racimos en serones,
llevando el néctar de Baco
y lleno el cesto y el saco,
entre avispas y avispones.
Voces, risas y canciones,
poblaban las dos labranzas
con los cantos y romanzas
de alegres vendimiadores,
con cantares precursores,
de sus sueños y esperanzas.



Navalaviga en la cresta
orilla al cerro San Pablo,
de aquel tiempo de que os hablo,
me impulsaba por su cuesta.
Era de mimbre mi cesta
y ya en Orilla Moral
gané mi primer jornal,
vendimiando en un barranco
donde había un canto blanco,
y un gran pozo con brocal.



El campo tintado en gente
y tintados por el mosto,
solariego cual agosto
o con frío de repente.
La vendimia es siempre urgente
se corta uva en la Dehesa
por el Juncar no se cesa,
cargan mulas y borricos
activos pobres y ricos,
volcados sobre su empresa.


Ya en la bodega las cargas
a hombros van de pisadores,
con sus albarcas motores
de pisadas y descargas.
Vendimias dulces y amargas, 
y el húngaro y su bodega
aguardaba allí la entrega
de viñadores modestos,
en el cobro siempre prestos
si necesidad se alega.