Un cíngaro y su
pandero
y su oso con argolla
en un día de febrero
sin ambiente verbenero
armó batalla de Troya.
El torpe oso danzaba
sobre el firme de una
acera,
y con las zarpas
tomaba
cuantas monedas
lograba
alcanzar a la carrera.
Las monedas disputaban
unos golfos madrileños
que al oso le
arrebataban
y al cíngaro le
abroncaban
como en lienzos
velazqueños.
Acumulado un gentío
llegó un guardia de la
porra
y entre un fuerte griterío
el oso rabioso y frío
al guardia quitó la
gorra.
La autoridad despojada
del símbolo del poder
con una mano
enguantada
le arreó una bofetada
así como sin querer.
Mas los golfos entre tanto
aprovechando el
tumulto
en los bolsillos
quebranto
les producían espanto
a carteras y a su
bulto.
Y descubierto el
despojo
entre asombro y
parpadeo
el guardia bizcaba
rojo
y el cíngaro en su acongojo
blasfemaba en arameo .