Corre
desde la Plazuela
trazando
circunferencias,
sin
aplicarle más ciencias
al
ingenio que no vuela.
Con el
cerco de un caldero
y de guía
un grueso alambre,
nos
impelía un calambre
imperioso
y tesonero.
Correr,
correr y un sudar
como
sudan los potrillos,
con aros
grandes y arillos
compitiendo
sin parar.
Y siendo
guiado entre alardes
por
estrechos vericuetos,
¡aro
amigo, de secretos,
qué
fueron de aquellas tardes!
Habilidad
y reflejos
y
velocidad de piernas
de las
carreras eternas
sin pies
cansados y viejos.
Y de la
sangre bullicio
corriéndonos
por las venas,
y no
conociendo penas
en
libertad ejercicio.