Recorro
tus campos, ando en tus calles,
persevero
en mi afán,
conocí
a mi esposa, engendré a mis hijos
y
amasé aquí mi pan.
Campos
vi de trigo y vi de cebada
tras
de mi ventanal,
de
esmeralda olas vaivén de la brisas
de
aire primaveral.
Y
fue aquí en Santa María la Blanca
mi
boda y desposar,
de
mis hijos ante el ara el bautizo
antes
de echar a andar.
Trabajé
en casa y tuve en mi taller
el
cincel y el buril,
la
gema, la lupa y base del fuste
y
un soneto en mi atril.
Vine
a un pueblo y ahora es ciudad,
Alcorcón
sideral,
con
sus amplias y extensas avenidas
y
un moderno hospital.
Aquí
envejezco, en Alcorcón prosigo,
y
bien puedo dar fe
de
un cambio existencial evolutivo
que
palpable se ve.