En las lenguas de la llama
que levita sobre el viento,
siento en mi frente un
aliento
que me enerva y que me
inflama.
Oigo una voz que
declama
y siguiéndome está en
pos,
y el monólogo entre
dos
orillados al camino,
es un hálito divino
como el de la voz de
Dios.