jueves, 20 de junio de 2013

LA CASA DE ADOBE



La casa humilde de adobe
y de tierra apisonada
por el permanente sobe
de los años de morada.

Casa venida de herencias
de los parientes lejanos,
habitando sus presencias
al alcance de las manos.

Casa estrecha y alargada
con bombilla en la cocina,
alumbrando fragmentada
oculta por una esquina.

Con un contador chicharra
durante el día apagado,
dando de noche tabarra
al ánimo sosegado.

La cuadra visible al fondo,
la mula cara asomada,
integrada en lo más hondo
con la familia soñada.

Paredes enjalbegadas
con la cal acostumbrada
en las antiguas posadas
de una vida reposada.

Los bajos y las alturas
con ocres se perfilaban,
asombro de las criaturas
que absortos todo miraban.

Sobre el suelo se extendía
de las vacas la boñiga,
con un olor aquel día
lejos del olor a espiga.

El techo era de madera
separador del doblado,
donde estaba la pajera
con el grano acumulado.

De negro la chimenea
con los troncos chispeantes,
y llama que parpadea
pucheros regocijantes.

Nuestras madres hacendosas
cubiertas con sus mandiles,
de aquellas casas las rosas
y aceite de sus candiles.

Y cuando el viento que brama
por rendijas se filtraba,
nos calentaban la cama
con ascuas que el tronco daba.

De adobe la construcción
del pobre que el pan amasa,
con la mayor emoción
os he descrito mi casa.