y de tierra
apisonada
por el permanente
sobe
de los años de
morada.
Casa venida de herencias
de los parientes lejanos,
habitando sus
presencias
al alcance de las
manos.
Casa estrecha y alargada
con bombilla en la
cocina,
alumbrando
fragmentada
oculta por una
esquina.
Con un contador chicharra
durante el día
apagado,
dando de noche
tabarra
al ánimo sosegado.
La cuadra visible al fondo,
la mula cara
asomada,
integrada en lo
más hondo
con la familia soñada.
Paredes enjalbegadas
con la cal
acostumbrada
en las antiguas
posadas
de una vida
reposada.
Los bajos y las alturas
con ocres se
perfilaban,
asombro de las
criaturas
que absortos todo
miraban.
Sobre el suelo se extendía
de las vacas la
boñiga,
con un olor aquel
día
lejos del olor a
espiga.
El techo era de madera
separador del
doblado,
donde estaba la
pajera
con el grano
acumulado.
De negro la chimenea
con los troncos
chispeantes,
y llama que
parpadea
pucheros
regocijantes.
Nuestras madres hacendosas
cubiertas con sus
mandiles,
de aquellas casas
las rosas
y aceite de sus
candiles.
Y cuando el viento que brama
por rendijas se
filtraba,
nos calentaban la
cama
con ascuas que el
tronco daba.
De adobe la construcción
del pobre que el
pan amasa,
con la mayor
emoción
os he descrito mi
casa.