jueves, 20 de junio de 2013

LA GRAN TORMENTA EN EL VALLE




Tempestad que se desata
al comienzo de la tarde,
el cielo se abre y arde,
el rayo sobre la mata.

Se estremecen las encinas
pese al hábito y costumbre,
y en su recia mansedumbre
se acobardan sus retinas.

La agitación de los pinos
al desprender sus agujas,
aleteo que dibujas
tormenta de los destinos.

Las brevas de las higueras
que asoman entre la hoja,
con su pulpa blanca y roja
contra tu furia de hogueras.


Troncos de los olivares
bregados en los combates,
del rayo y de sus embates
torcidos y circulares.

Ni los rayos ni centellas,
ni los horrísonos truenos
asustan a olivos buenos,
amigos de las estrellas.

Las cepas, las más inermes
sin el racimo formado,
su ruina la has consumado
y las vendimias y duermes.

Descargando tus granizos
sobre los fértiles suelos,
los sumes en desconsuelos
a nuestros campos pajizos.

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Los descargas en ramales
que atemorizan las Peñas,
y malévola te adueñas
y eres causa de sus males.

Y a mieses que en la labranza
dispuestas para la siega,
que a la hoz se hacen entrega
colmando nuestra esperanza.

Has abatido al centeno
y al trigo lo has cercenado,
la siega la has malogrado
y el año no será bueno.

Has formado una laguna
sobre el campo de cebada,
dejándola condenada
a no hacer nuestra fortuna.

Algarrobas en la Umbría
reinante sobre el Juncar,
y de niño mi habitar
en veranos de alegría.

Formando una torrentera
que arrastra a las algarrobas,
sus gigantescas escobas 
sumergen en la pradera.

Cunde la desolación
manos al cielo crispadas,
maldiciones desatadas
contra el fuego del turbión.

En las casas las mujeres
con los niños asustados,
por el tronar azorados
renuncian a sus placeres.

El placer que dan los juegos
incansables de la infancia,
hoy no aspiran la fragancia
de las aguas de los riegos.

En la Plazuela una casa
de mujeres está llena,
que entre rezos y entre pena
ven la tormenta que arrasa.

Santa Bárbara bendita
la entonan en alta voz,
para que el granizo atroz
de una vez cese y remita.


El desastre fue terrible
y asoladas las cosechas,
abriéndose nuevas brechas
como siempre es predecible.

Sin trabajo y sin jornales
en las viñas y en la siega,
desgracias que al campo llega
por los fuegos infernales.
Resultado de imagen de fotos antiguas de la plaza de cenicientos con el ayuntamiento
La autoridad echó un bando,
ser recogida la caza,
partiendo desde la plaza
todo batido y andando.

Las liebres y las perdices 
fueron cobradas a cientos,
en tierras de Cenicientos
muertas entre las raíces.

Así fue la gran tormenta
que abatió al pueblo corucho
y tras trastornarle mucho
de nuevo inició la cuenta.