jueves, 20 de junio de 2013

LA PROCESIÓN DE LAS ERMITAS


Romance


Siendo el Rey nuestro Señor
el segundo don Felipe,
su reinado llegó a término
aquí la peste reinando.

Le heredó su sucesor
en la sucesión dinástica,
el cuarto fue de los Austrias
del trono de sus abuelos.

Mas don Felipe tercero
ni supo ni se enteró,
en su Alcázar madrileño
de un pueblo en su consunción.

Abrió la peste sus fauces
y en Cenicientos entró,
con tanta ferocidad
como a San Jorge el dragón.



Todo eran tristes lamentos,
rezos y jaculatorias,
mesar barbas y cabellos
e impetrar misericordia.

Cenicientos devastado,
conquistado por la Parca,
se convirtió en lazareto
e islote seco sin agua.

Un cinturón sanitario
a su término se impuso,
“Os ampare Dios coruchos
que a su amparo sois dejados”.

Solo el pueblo de Almorox
les socorrió solidario,
y amparó con sus socorros
cuando son más necesarios.



A las afueras del pueblo
bastimentos les dejaron,
dinero y volatería
y huevos a necesitados.

Los coruchos macilentos,
los coruchos apestados,
al toque de las campanas
a rezar se encaminaron.

Formaron la procesión
en la puerta de la iglesia,
y fúnebres se encaminan
a las ermitas citados.



Van a la ermita del Roble,
después a San Sebastián
y al santo asaeteado
ante sus plantas orar.

Van a la de los Remedios,
la suplican remediar
y poner fin a sus males
y a sus lloros el final.

A continuación visitan
a San Antón en su ermita,
y el protector de animales
sus dolores les mitiga.


La ermita de las Angustias
y Sangre de Jesucristo,
les ve llegar y contempla
su lento peregrinar.

Periclitado el periplo
de los santos ermitaños,
van a la iglesia en retorno
y auxilió el Crucificado.

Fue año en gracia del Señor
de un mil quinientos más nueve,
año en que el siglo finaba
finó en coruchos la peste.