El torero ante el
astado
que ya le pide la
muerte
le fija, le pone en
suerte,
lengua fuera y
aplomado.
La faena ha terminado,
monta su espada el
torero
y fulge el brillante
acero
y con decisión lo
entierra
y el toro rodando en
tierra
vuela al prado de un
lucero.