
Cuando al fin capituló
y abandonó su Granada,
y abandonó su Granada,
se le demudó la faz
y dijeron que lloraba.
Mas no fue por cobardía,
pues su valor era fama
cantada por los poetas
y por el Darro llevada.
Fue por las fuentes y flores,
por las almenas doradas,
por el Patio los Leones
y por la perdida Alhambra.
Cruentos y crueles combates
por la ciudad asediada,
y ante sus muros, coruchos
allí combatiendo estaban.
Siendo el Rey don Juan Segundo
del reino ilustre de España,
y don Álvaro de Luna
su valido y su vanguardia.
De Castilla el Condestable
en batalla de Higueruela,
donde triunfante salió
con él coruchos llevaba.
Dueño y señor de estas tierras
le rendían vasallaje,
y soldados de la gleba
de estos predios reclutaban.
El tiempo se fue alargando,
cayó el valido en desgracia
y su cabeza rodó
por vallisoletana hacha.
Luego Isabel de Castilla,
de España la soberana,
junto a Fernando su esposo,
asedio puso a Granada.
Y de nuevo los coruchos
de infantes sentaban plaza,
y en el cerco con las picas
se batían en la Alhambra.
A don Gonzalo de Córdoba
le vieron sobre una jaca
del harén de Boabdil,
que a las tropas arengaba.
Allí al Cardenal Cisneros
le vieron con cubos de agua,
con sus frailes y su legos
que a los moros bautizaban.
Allí a Isabel y a Fernando
vieron su entrada triunfante,
y voltear de campanas
por la España unificada.
Y vieron a Boabdil
junto a Aixa la Sultana,
volviendo la vista atrás,
enjugándose una lágrima.
Esto vieron los coruchos
y se vieron a ellos mismos
haciendo Historia aquel día
en la toma de Granada.