Madrugada de tormenta,
relámpagos y centellas,
tronar desgarros del cielo
en la noche Cenicienta.
Caravana de gitanos
enfrentados en reyerta,
dentro de los carromatos
comienzan una pelea.
El origen no se sabe,
ellos la causa no airean;
sus pleitos ellos resuelven
sin ley paya que intervenga.
Dicen que si fue por celos
o fue por rencillas viejas,
o por deudas no saldadas
de dineros y monedas.
El pueblo toma partido
del Cerrillo a la Plazuela,
de los Caños a las Ventas,
de expulsarlos y no vuelvan.
Que son fuente de conflictos,
de brabuconas reyertas,
y de entradas en las casas
hallando puertas abiertas.
La Guardia Civil recorre
hasta el vano de las puertas,
y dinteles de ventanas
por la gente gitanesca.
Pistolas hubo y disparos,
más hojas albaceteñas,
relucientes en la noche
bajo corucha tormenta.
Hubo heridos y hubo sangre,
descalabros de cabezas,
magullados y escondidos
ante el paso de la fuerza.
Cuando la calma se impuso
y hubo cese de tormenta
y abrió paso el nuevo día,
se descubrió causa horrenda.

Entre zarzas del arroyo
que escoltó a las Pantezuelas,
se hallaba una borriquilla
con cuencas sanguinolentas.
Sobre ella se consumaron
venganzas, odios y afrentas,
cegada y abandonada
y vil mano lo perpetra.
Ojos pendían colgantes,
ojos sin vista que aterran,
pupilas muertas sin vida
entre horrísona tormenta.
Romance de los gitanos,
romance en la noche negra
iluminada por rayos
y por testigo las Peñas.
