El roble omnipresente,
está sobre el altozano
y viviendo avecindado
a nuestra santa ermita,
siendo solaz y sombra
de la Virgen bendita
cuando asoma a la
puerta en el tórrido verano.
Es un corucho más y, dilecto ciudadano
que el quince de
agosto a una multitud concita,
y bajo su enramada gran
emoción suscita
al tornar la Virgen entre
el pueblo soberano.
Su antiguo y viejo
tronco apergaminado y hueco
fue el templo y el
santuario de un santo anacoreta
y electo por la Virgen
para su advenimiento,
atraída ante una
santidad que, en voz del eco,
le llegó clarividente
por aquel profeta
rogándola reinar sobre
el pueblo Ceniciento.