Romance
"El mensaje de la patria eterna
que dice a todos sus hijos: paz, piedad y perdón".
Don Manuel Azaña
Nacido en Villa del Prado,
bello pueblo de Madrid
al que el río Alberche baña
a su paso al discurrir.
Hijo de humilde familia
como a los más nos ocurre,
supo luchar en la vida
como en el pobre es costumbre.
Sabía atar al borrico
y cavar desterronando,
y a la reguera y al surco
llevar el agua del vado.
Dotado de inteligencia,
la que el dinero no presta,
trabajando ya en Toledo
sintió que le faltaba algo.
Dependiente en una tienda
como chico de recados,
supo que sus apetencias
tenían otro calado.
Y robándole al descanso
horas de calma y de sueño,
con afán se dio a los libros
estudiando con denuedo.
Con su clara inteligencia
agudizada y despierta,
se despertó una mañana
con título en la maleta.
De pronto se vio maestro
por su esfuerzo conseguido,
cuando a la fe y la constancia
le sumamos el talento.
Maestro en Navamorcuende,
gentil pueblo toledano,
cuando un alba de esperanza
la República apuntaba.
Vivas a la Libertad
pidiendo pan y justicia,
y el reparto de la tierra
para aquel que la cultiva.
Siendo entonces lo frecuente
que hubiera unas fuerzas vivas,
en los casinos de pueblo
él se integró en la partida.
Médico y el boticario,
y el alcalde y juez de paz,
de Guardia Civil sargento
y un maestro y disputar.
Días y meses convulsos
ya se empezó a perfilar,
y España convulsionada,
en combustión arde ya.
Ánimos exacerbados
y en el ruedo dos Españas,
a tiros y a bastonazos
como ya Goya pintara.
Y él en la tertulia adujo
mostrando su militancia,
ser comunista confeso
y defensor de su causa.
Y al surgir el estallido
del ejército insurgente,
él logró frenar el golpe
fatal en Navamorcuende.
Y ya como miliciano
participó en los combates
del Cerro de Garabitas,
siendo herido y trasladado.
Y al formarse por entonces
su Ejército Popular,
fue encuadrado formalmente
dentro del comisariado.
Y a lo largo de la guerra
ocupó diversos cargos
de importancia y de relieve,
pero siempre dando el callo.
Y al término de la misma
con miles se vio atrapado
en el puerto de Alicante,
a la espera de los barcos.
Barcos que nunca llegaron
y en riadas prisioneros,
dejados a la intemperie
hasta ser clasificados.
Y al igual que tantos otros
en juicios masificados,
sin defensa y sin amparo
la muerte era el resultado.
Tiempo pasó en una cárcel
y cuando fue liberado,
vivió un acoso constante
en un clima irrespirable.
Y tras meditarlo mucho
tuvo que dejar familia,
y solo y en abandono
con decisión se echó al monte.
Por tierras de Piedralaves,
estribaciones de Gredos,
oculto entre la espesura
vivía como un conejo.
Lo mismo que muchos otros
se mantenía a la espera,
de que sucesos de Europa
marcara acontecimientos.
Después fue allegando gente
del bando de perdedores,
que se iban configurando
en guerrilleros armados.
Estableció sus contactos
entre las gentes del llano,
cabreros de la montaña
y con pastores captados.
Y poco a poco los grupos
se fueron consolidando,
y se establecieron bases
en puntos ya prefijados.
Editaban sus periódicos
sus pasquines y folletos
llamando a la población
a unirse a los guerrilleros.
Y una guerra soterrada
cabreros de la montaña
y con pastores captados.
Y poco a poco los grupos
se fueron consolidando,
y se establecieron bases
en puntos ya prefijados.
Editaban sus periódicos
sus pasquines y folletos
llamando a la población
a unirse a los guerrilleros.
Y una guerra soterrada
se desarrolló en silencio,
entre maquis de la sierra
y fuerzas del Movimiento.
Y Reguilón con su grupo,
igual que un pez en el agua,
se movían por la sierra
y como gatos a gatas.
Y una base estableció
aledaña a Cenicientos,
justo a los pies de su Peña
que es monumento del pueblo.
Y en chozos de los pastores
tenía avituallamiento,
y también en otros casos,
protección y ocultamientos.
Cuenta que en cierta ocasión
sorprendido fue de pronto,
por la súbita llegada
de un hombre desconocido.
Pero el pastor más veloz
y antes que le descubriera,
encima puso el jergón
y lo usó como banqueta.
Y con el visitante ido
por el pastor se enteró,
que era el jefe falangista
y un mandamás en el pueblo.
Ya entonces rebautizado
Severo Eubel de la Paz,
prosiguió su actividad
incansable por los cerros.
Hostigaba al enemigo
volando vías de trenes,
y a los tendidos eléctricos
los dejaba sin corriente.
Y un día a media mañana
tomó Alameda del Valle,
y enarboló la bandera
de la República errante.
Más de un modo paulatino
aquello se fue acabando,
y entre muertos y apresados
se estaba quedando solo.
Y al ser liberada Francia
por el Ejército Aliado,
con la ayuda inestimable
de maquis republicanos;
esperanzas renacieron
y los puños levantaron,
cuando la invasión de Arán
parecía abrirse paso.
Pero cortado el avance
y hacia Francia retornados,
acabó toda esperanza
y el sueño irrealizado.
La guerrilla sin futuro
y en acoso permanente,
se fue sola disolviendo
buscando donde meterse.
Iban hacia la frontera
o al centro de las ciudades,
y hacer del anonimato
la forma de evaporarse.
Y Reguilón en Galicia
pasó desapercibido,
ejerciendo de maestro
en varios años seguidos.
Mas lo inevitable vino
y al cabo fue descubierto,
y pasó lo de aquel tiempo
juicio sumario y castigo.
Con la Pepa de por medio
que al final fue conmutada
por largos años de cárcel
de incivil guerra cainita.
Y aquí termina el romance
de un Reguilón guerrillero,
maquis épico y de gesta
del pueblo de los pradeños.