Carreterita de grava
que entre los pinos
asciendes,
tu subida no se agrava
sabiendo que me
desciendes.
Y tu cúspide corono
como el águila
bifronte,
y nunca me desmorono
viendo el ópalo del
monte.
Y en lo alto de la
Peña
el cielo que se
vislumbra
es el agua de una
aceña
cuya visión me
deslumbra.
Lagos de calma
infinita
sobrenadados de peces,
sobre mis iris orbita
en centenares de veces.
Aquí no crecen ortigas
ni los cardos
borriqueros,
solo las piñas amigas
de coruchos piñoneros.
Y el orégano es un
alce
profuso en el
crecimiento,
y a la Peña da realce
y la perfuma el
aliento.
Y una noche de verano
he visto un amanecer
donde un planeta
lejano
bajó conmigo a pacer.
Y asombrados ambos dos
vimos un cese de
vientos
y a la Majestad de
Dios
bendecir a
Cenicientos.