Aledaños de la Peña
en la base de sus pies,
iban una, dos y tres,
gente menuda que sueña.
Sentados sobre las rocas,
bajo los altos castaños,
edad sin dolor ni daños
de historias y risas locas.
Niños sin libros ni escuela
con cerrados horizontes,
su contorno aquellos montes
y aquel ámbito cancela.
Solo uno sabe leer,
y muchachas embobadas
le escuchan arreboladas
y disputan su querer.
De los padres linda el huerto,
y al revolcarse el borrico
es tan minúsculo y chico
que de él se sale es bien cierto.
Son muchachos del Cerrillo
que de la Peña a sus pies
juegan escondite inglés
y su mole es su castillo.
Y se tratan y conocen
y se miran y se observan,
y en su interior se reservan
y entre iguales reconocen.
Y era por esta razón,
me contaba a mí mi abuela,
que la Peña me encarcela
y aquí entregué el corazón.