Un muchachito atrapó
una urraca en su
ballesta,
y la cogió por la
cresta,
y al momento
desplumó.
La pobre urraca
quedó
como el culo de un
bebe,
y se preguntaba, “¿Qué…?,
¿Qué demonios me
pasó?”.
El muchachito intentó
hacer volar a la
urraca
y a golpes con una
estaca
a la picaza
atontó.
A la urraca contempló
allí postrada en
el suelo
y al no remontar
el vuelo
en su casa la
encerró.
Y en la jaula la internó
y allí la fue
alimentando
y su plumaje iba
echando,
y paulatino
creció.
La urraca se enfureció
de verse en tan
largo encierro
y el muchachito al
destierro
la condenó y
expulsó.
Esto a todos nos pasó
cuando nos traban
con grillos,
que aun siendo
áureos los brillos
nuestro espíritu
voló.