Por ribazos, collados o en el llano
que conforman los campos del Juncar,
nos hacíamos siempre acompañar
por las flexibles varas de avellano.
A la caza cobrábamos a mano
siguiendo de las liebres el pisar,
que en la nieve dejaban al hollar
buscando resguardarse en el majano.
Con la tierra nívea un manto blanco,
las liebres a los pies del monolito
del majano figura del paisaje,
destacándose altivo en el barranco
la vida despedían con un grito
cuando impactaba el palo en su pelaje.