La noche se ha cerrado
y el quehacer dormido,
y cerrado el candado
y escucho tu latido.
Me tranquiliza, amada,
tu respirar tranquilo
y tu quietud pausada,
que yo la enhebro en hilo.
Y ver con qué sosiego
las flores de tu frente
germinan con el riego
del agua de mi fuente.
Y ver que los rubores
hermosean tu cara,
y son madrugadores
y nada nos separa.
Y mientras tanto velo
tu reposado sueño,
lo amarro y lo encarcelo
y de él me siento dueño.